Educar para aprender a respetar
- Rocío Sedeño
- 2 oct 2018
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 3 oct 2018
El 2 de octubre, en CABA se pone en debate el acoso callejero, gracias a la ley 5.306.

“No la acosé, solo la apoyé”, fueron los dichos de Walter, el hombre que la semana pasada acosó a una kioskera en Lomas del Mirador, partido de La Matanza. Esto generó debate en los medios de comunicación sobre la necesidad de concientizar sobre lo que sufren la mujeres al salir a la calle.
El artículo 2 define al acoso sexual como las conductas físicas o verbales de naturaleza o connotación sexual, basadas en el género, identidad y/u orientación sexual, realizadas por una o más personas en contra de otra u otras, quienes no desean o rechazan estas conductas en tanto afectan su dignidad, sus derechos fundamentales como la libertad, integridad y libre tránsito, creando en ellas intimidación, hostilidad, degradación, humillación o un ambiente ofensivo en los espacios públicos y en los espacios privados de acceso público.
Pero, ¿quiénes son las personas perjudicadas por el acoso? Cómo bien dice el cuadernillo de acoso callejero lanzado por la Dirección General de la Mujer, este acto de violencia esta principalmente dirigido a las mujeres, seguido por quienes tengan comportamientos ‘Femeninos’. Un fragmento muy interesante, dice: “Para el sistema patriarcal todos los cuerpos feminizados son acusables, por eso el acoso es una práctica sutil que puede ser considerada el primer eslabón de una larga cadena de violencias, que como todas, se basa en una relación desigual de poder entre los géneros”. Esto marca claramente de donde surge la violencia y hacia dónde va.

En el año 2016, una encuesta realizada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, reveló que: el 100% de las mujeres alguna vez en su vida fueron acosadas en la calle y que la edad promedio en la que la violencia comienza, es a los 9 años. El gobierno de la ciudad en búsqueda de solucionar la situación, declaró un día de concientización, y la ley 5.742 del código contravencional. Esto no es suficiente, ya que no se cumplen ni se realizan proyectos de campañas preventivas para erradicar el acoso.
Si bien hay dos leyes que visibilizan la problemática en la calle, situaciones como la ocurrida en Lomas del Mirador se dan todos los días, y se sigue cargando la culpa sobre la víctima y no sobre el victimario. A las mujeres se las trata de locas, histéricas, divinas o feas (algo muy contradictorio) cuando se quejan sobre “piropos” en la calle; se los defiende como “Una forma de libertad de expresión, un acto natural en los hombres”, excusa que buscan justificar la violencia patriarcal. Según el estudio de la facultad de derecho, 50% de las mujeres se sienten determinadas al vestirse para evitarlos. Restarle importancia, normalizar y culpabilizar a una pollerita corta o un escote pronunciado, es el paso previo al toqueteo, a que se muestren los genitales o a una violación.
¿Quién es culpable? Pongamos opciones: 1) La provocación de la mujer por su manera de actuar y vestir, 2) La naturaleza y biología del hombre, 3) El hombre que se cree en el derecho de hacer comentarios desagradables por sentirse en poder. “Pero a las mujeres les gusta que les digan cosas lindas, les sube el autoestima”, a las mujeres les gusta que se las respete por igual y que nadie viole sus derechos ; no que le elogien el culo en la calle.
Hablar del acoso callejero, enseñar el respeto sobre el cuerpo y la persona del otro son los primeros pasos para disminuir las tasas de violaciones y femicidios. No podemos seguir educando a Walters que crean tener el poder sobre una mujer.
FUENTE: Cuadernillo de acoso callejero del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat.
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