La impunidad detrás de un avatar
- Nicolas Yoice
- 30 oct 2018
- 2 Min. de lectura
En los últimos años, internet y las redes sociales se masificaron de manera incontrolable. Este fenómeno trae muchos aspectos positivos y otros tantos negativos.
El avance tecnológico parece ser el futuro del mundo, o así lo venden ¿no?. Toda noticia, todo sentimiento, toda opinión pública pasa siempre por alguna red social, ya sea Instagram, Twitter, Facebook.
arece que la vida privada en algunos puntos ya no existe, o muy poco.
Pero no todo es positivo en las redes. Al ser tan masivo y tan diverso, controlar comentarios, opiniones, posturas de los usuarios se hace algo realmente difícil.
En España estos comportamientos tratan de ser corregidos, ya que los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado cada vez están más firmes a la hora de erradicar todo lo que de delictivo se produce desde las redes sociales.
Pero volviendo a Argentina, en este país parece que cualquiera detrás de un usuario puede ofender, insultar, tratar de lo que sea, hablar sin escrúpulos pensando que al otro no le va a afectar. Y no es así, uno nunca sabe cuánto puede afectar un comentario en un desconocido.
Esa gente lo usa como escudo, si claro, “total nunca lo voy a cruzar”, “es un comentario nomas”, “tampoco le va a doler lo que yo le digo”, dicen, minimizando sus dichos.
Hoy en día, dar cátedras de moral, de espiritualidad, de sabiduría es moneda corriente en las redes, suelo verlos envalentonados… pero detrás de un monitor.
Parecemos conectados con todo el mundo, foto de que hacemos, que comemos, cómo nos vestimos, pero ¿con quien realmente estamos conectados? Esa no es la vida real, al abrir la puerta, al salir a la calle, juntarte con un familiar/amigo, eso es chocar con la realidad.
Internet, en buen uso, es maravilloso, da opciones que antes no teníamos, pero tenemos que aprender a preservarlo, usarlo de manera sana.
Pero en fin, perfiles falsos, cobardes escondidos detrás de fotos de terceros, insultos, amenazas, escraches, y un sinfín de provocaciones, son lo que reflejamos verdaderamente como sociedad.
Las redes son un potente instrumento de comunicación, siempre, pero nunca tendrían que ser un depósito de insultos que muchos utilizan desde el anonimato para transmitir frustraciones metiéndose en la vida de otras personas. Cada uno debe medir lo que dice y el que transgrede, que pague por ello.
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